El poder del AHORA

Resumen/Interpretación de los libros de Eckhart Tolle


Nota importante: en este escrito el "egoismo" se refiere a: la identificación total con las formas físicas, las formas perjudiciales de pensamiento y emocionales. El resultado es un desconocimiento total de nuestra conexión con el todo, de nuestra unicidad intrínseca con "todo lo demás".


Los deseos perjudiciales son expresiones de la mente que busca la salvación o la realización en las cosas externas y en el futuro como sustituto de la alegría de Ser. Mientras se identifique con la mente, esas necesidades, carencias, apegos y aversiones, limitan considerablemente, ya que, en muchas ocasiones, fuera de ellos no percibimos el Ser excepto como una mera posibilidad, un potencial no logrado, una semilla que todavía no ha brotado. En ese caso, incluso el deseo de ser libre o iluminado es sólo otro anhelo de realización o plenitud en el futuro. 

El sufrimiento humano es innecesario. Es creado cuando la mente no observada maneja nuestra vida. La mente, mal utilizada, siempre busca negar el Ahora y escapar de él. En otras palabras, cuanto más identificado se esta con la mente como la totalidad del ser, más se sufre. "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional", claramente expreso Buda.

¿Por qué habitualmente se niega o se resiste la mente al Ahora? Porque no puede funcionar y permanecer en control sin el tiempo, que es pasado y futuro, así que percibe el Ahora intemporal como una amenaza. El tiempo y la mente son de hecho inseparables.

Imagínese la Tierra sin vida humana, habitada sólo por plantas y animales. ¿Tendría todavía un pasado y un futuro? ¿Podríamos todavía hablar del tiempo de forma significativa? La pregunta "¿Qué hora es?" o "¿Qué día es hoy?", si hubiera alguien para hacerla, no tendría ningún sentido. El roble o el águila quedarían perplejos ante tal pregunta. "¿Qué hora?" responderían. "Bueno, es Ahora, por supuesto. ¿Qué más?"
Sí, necesitamos la mente, así como el tiempo, para funcionar en este mundo, pero llega un momento en el que se apoderan de nuestra vida y ahí es donde se establecen la disfunción, el sufrimiento y la tristeza.

La mente, para asegurarse el control, busca continuamente cubrir el momento presente con el pasado y el futuro, y así la vitalidad y el potencial infinitamente creativo del Ser, que es inseparable del Ahora, queda cubierto por el tiempo, la verdadera naturaleza queda oscurecida por la mente. Se ha acumulado una carga cada vez más pesada de tiempo en muchas mentes humanas. La mayoría de los individuos sufren bajo este peso, pero también siguen aumentándolo a cada momento, siempre que ignoran o niegan el precioso momento del Ahora o lo reducen a un medio para obtener un momento futuro, que sólo existe en la mente, no en la realidad. La acumulación de tiempo en la mente humana individual y colectiva también carga una gran cantidad de sufrimiento residual del pasado.

Si no queremos crear más sufrimiento para nuestro Ser y ni para los demás, no creemos más tiempo del necesario para manejar los aspectos prácticos de la vida. ¿Cómo detener la producción de tiempo? hay que darse cuenta totalmente de que el momento presente es todo lo que tenemos. Hagamos del Ahora el foco primario de nuestra vida. Mientras que antes hemos estado residiendo en el pasado o en el futuro y hacíamos breves visitas al Ahora, establezcamos la residencia en el Ahora y hagamos breves visitas al pasado y al futuro cuando se requieran para manejar los asuntos prácticos de la vida. Digamos siempre "sí" al momento presente. ¿Qué podría ser más fútil, más demente, que crear resistencia interior a algo que ya es? ¿Qué podría ser más demente que oponerse a la vida misma, que es ahora y siempre ahora?. Digamos "sí" a la vida.

El momento presente es como es, a veces es desagradable u horrible. Observemos cómo la mente lo etiqueta y cómo este proceso de etiquetado, este continuo permanecer en el juicio, crea sufrimiento e infelicidad. Al observar la mecánica de la mente, salimos de sus patrones perjudiciales y podemos entonces Ser plenamente en el Ahora. Esto nos permite Ser plenos en el estado de libertad interior independientemente de las condiciones externas, es el estado de paz interna independiente e incondicional.


Todas las estructuras son inestables

El origen del egoísmo humano puede ser explicado mediante la teoría del cerebro triuno, la cual menciona que nuestro sistema nervioso central, fundido en una sola estructura, alberga tres cerebros. Por orden de aparición en la historia evolutiva, esos cerebros son: primero el reptiliano (reptiles), a continuación el límbico (mamíferos primitivos) y por último el neocórtex (mamíferos evolucionados o modernos).

La emoción subyacente que gobierna toda la actividad del egoísmo es el miedo. El miedo de ser nadie, el miedo de no existir, el miedo de la muerte. ¿Por qué el miedo? Porque el egoísmo surge a través de la identificación con lo material y en el fondo sabe que nada material es permanente, por consiguiente siempre hay una sensación de inseguridad alrededor del egoísmo, aunque en la superficie parezca seguro de sí mismo.


El silencio habla


Para perdonar, cuando albergamos sentimientos de culpa o resentimiento respecto a algo que hicimos, nos hicieron, dejamos de hacer, o que alguien dejo de hacer, debemos entender que nosotros o esa persona que culpamos actuaron de acuerdo a su nivel de conciencia, o más bien de inconsciencia, de aquel tiempo. La culpa es otra forma de egoísmo  Lo que paso fue una manifestación de la inconsciencia humana. Nuestro egoísmo  no obstante, lo personaliza y dice: «Yo hice aquello» o «esa persona hizo aquello», y así nos creamos una imagen mental de nosotros mismos o la persona "culpable" como «mala» y castigamos una y otra vez.

Qué rápidamente nos formamos una opinión de otras personas, qué rápidamente llegamos a una conclusión sobre ellas. El egoísmo etiqueta a otro ser humano y pronuncia juicios severos. Todos los seres humanos hemos sido condicionados a pensar y comportarnos de cierta manera, condicionados tanto genéticamente como por nuestras experiencias infantiles y nuestro entorno cultural. Cuando emitimos un juicio respecto a alguien, confundimos los patrones mentales condicionados con lo que esa persona es. Esa acción, en sí misma, denota un patrón profundamente inconsciente y condicionado. Damos a esa persona una identidad conceptual, y esa falsa identidad se convierte en una prisión no sólo para ella, sino también para nosotros.

Evitar el juicio no implica ignorar lo que el otro hace; implica reconocer que su conducta es una forma de condicionamiento, de inconsciencia  Eso lo libera a uno mismo y a la otra persona de la identificación con el condicionamiento, entonces el egoísmo ya no rige la relación.


El poder del ahora

El amor, la alegría y la paz son estados profundos del Ser o más bien tres aspectos del estado de conexión interior con el Ser. El amor no conlleva sufrimiento ¿Cómo podría? No se convierte súbitamente en odio, ni la alegría se convierte en sufrimiento. Si en nuestras relaciones experimentamos «amor» y tambien -ataques, violencia emocional, falsedad, etcétera- es probable que estemos confundiendo el apego, la dependencia adictiva con el amor. No podemos amar un momento y atacar al siguiente. El amor no tiene contrario, el amor es incondicional.


El despertar de una nueva conciencia

El logro más grande de la humanidad no está en nuestras obras de arte, ciencia o tecnología, sino en reconocer nuestra propia disfunción, nuestra locura. Algunos individuos del pasado remoto tuvieron ese reconocimiento. Un hombre llamado Gautama Siddhartha, quien vivió en la India hace 2.600 años, fue quizás el primero en verlo con toda claridad. Más adelante se le confirió el título de Buda, Buda es un nombre honorífico con contenido religioso que se aplica a quien ha logrado un estado de tranquilidad mental. Esto sucede al transcender el deseo o ansia (lobha), la aversión (dosha) y la confusión (moha)'. Por la misma época vivió en China otro de los maestros iluminados de la humanidad. Su nombre era Lao Tse. Dejó el legado de sus enseñanzas en el Tao Te Ching, uno de los libros espirituales más profundos que haya sido escrito.

Reconocer la locura es, por su puesto, el comienzo de la sanación y la trascendencia. En el planeta había comenzado a surgir una nueva dimensión de conciencia, un primer asomo de florescencia. Esas personas les hablaron y dieron el ejemplo mediante los actos a sus contemporáneos. Les mostraron el camino.

Constituyeron un elemento fundamental y necesario de la evolución de la humanidad. la mayoría de sus contemporáneos y las generaciones posteriores no los comprendieron. Aunque sus enseñanzas eran a la vez sencillas y poderosas, terminaron distorsionadas y malinterpretadas incluso en el momento de ser registradas por sus discípulos. Con el correr de los siglos se añadieron muchas cosas que no tenían nada que ver con las enseñanzas originales sino que reflejaban un error fundamental de interpretación. Las enseñanzas que señalaban un camino que estaba más allá de la disfunción de la mente humana, el camino para desprenderse de la locura colectiva, se distorsionaron hasta convertirse ellas mismas en parte de esa locura.

Fue así como las religiones se convirtieron en gran medida en un factor de división en lugar de unión. En lugar de poner fin a la violencia y el odio a través de la realización de la unicidad fundamental de todas las formas de vida, desataron más odio y violencia, más divisiones entre las personas y también al interior de ellas mismas. Se convirtieron en ideologías y credos con los cuales se pudieran identificar las personas y que pudieran usar para amplificar su falsa sensación de ser. A través de ellos podían "tener la razón" y juzgar "equivocados" a los demás y así definir su identidad por oposición a sus enemigos, esos "otros", los "no creyentes", cuya muerte no pocas veces consideraron justificada. El hombre hizo a "Dios" a su imagen y semejanza. Lo eterno, lo infinito y lo innombrable se redujo a un ídolo mental al cual había que venerar y en el cual había que creer como "mi dios" o "nuestro dios".

Y aún así... a pesar de todos los actos de locura cometidos en nombre de la religión, su esencia continúa brillando en el fondo, pero su resplandor se proyecta tenuemente a través de todas esas capas de distorsiones e interpretaciones erradas. Sin embargo, es poco probable que podamos percibirlo a menos de que hayamos podido aunque sea vislumbrar esa esencia en nuestro interior. A lo largo de la historia han existido seres que han experimentado el cambio de conciencia y han reconocido en su interior Aquello hacia lo cual apuntan todas las religiones. Para describir esa esencia no conceptual recurrieron al marco conceptual de sus propias religiones.

Gracias a algunas de esas personas, al interior de todas las religiones principales se desarrollaron "escuelas" o movimientos que representaron no solamente un redescubrimiento sino, en algunos casos, la intensificación de la luz de la enseñanza original. Fue así como apareció el gnosticismo y el misticismo entre los primeros cristianos y durante la Edad Media, el sufismo en el Islam, el jasidismo y la cábala en el judaísmo, el vedanta advaita en el hinduismo, y el Zen y el Dzogchen en el budismo. La mayoría de estas escuelas eran iconoclastas. Eliminaron una a una todas las capas sofocantes de la conceptualización y las estructuras de los credos mentales, razón por la cual la mayoría fueron objeto de suspicacia y hasta de hostilidad de parte de las jerarquías religiosas establecidas. A diferencia de las religiones principales, sus enseñanzas hacían énfasis en la realización y la transformación interior. Fue a través de esas escuelas o movimientos esotéricos que las religiones recuperaron el poder transformador de las enseñanzas originales, aunque en la mayoría de los casos solamente una minoría de personas tuvieron acceso a ellas. Nunca fueron suficientes en número para tener un impacto significativo sobre la profunda inconsciencia colectiva de las mayorías. Con el tiempo, algunas de esas escuelas desarrollaron unas estructuras formales demasiado rígidas o conceptualizadas como para permitirles conservar su vigencia.


Espiritualidad y religión

Cuál es el papel de las religiones convencionales en el surgimiento de la nueva conciencia? Muchas personas ya han tomado conciencia de la diferencia entre la espiritualidad y la "religión". Reconocen que el hecho de tener un credo (una serie de creencias consideradas como la verdad absoluta) no las hace espirituales, independientemente de cuál sea la naturaleza de esas creencias. En efecto, mientras más se asocia la identidad con las creencias, más crece la separación con respecto a la conciencia espiritual. Muchas personas "religiosas" se encuentran estancadas en ese nivel, se consideran las únicas poseedoras de la verdad, en un intento inconsciente por proteger su identidad.

La nueva espiritualidad, la transformación de la conciencia, comienza a surgir en gran medida por fuera de las estructuras de las religiones institucionalizadas. Siempre hubo reductos de espiritualidad hasta en las religiones dominadas por el egoísmo  aunque las jerarquías institucionalizadas se sintieran amenazadas por ellos y muchas veces trataran de suprimirlos. La apertura a gran escala de la espiritualidad por fuera de las estructuras religiosas es un acontecimiento completamente nuevo. Anteriormente, esa manifestación habría sido inconcebible, especialmente en Occidente, cultura en la cual es más grande el predominio del egoísmo y en donde la Iglesia cristiana tenía prácticamente la franquicia sobre la espiritualidad. Era imposible pensar en dar una charla o publicar un libro sobre espiritualidad sin la venia de la Iglesia. Y sin esa venia, el intento era silenciado rápidamente. Pero ya comienzan a verse señales de cambio inclusive en el seno de ciertas iglesias y religiones. Realmente es alentador y gratificante ver algunas señales de apertura como el hecho de que Juan Pablo II visitara una mezquita y también una sinagoga.

Cuando no logramos ver más allá de los condicionamientos nos encerramos todavía más en nuestras creencias. En la actualidad estamos presenciando un surgimiento sin precedentes de la conciencia, pero también el atrincheramiento y la intensificación del egoismo. Habrá algunas instituciones religiosas que se abrirán a la nueva conciencia mientras que otras endurecerán sus posiciones doctrinarias para convertirse en parte de todas esas otras estructuras forjadas por el hombre detrás de las cuales se ha de atrincherar el egoismo para resistirse al cambio evolutivo que se esta dando. Algunas iglesias, sectas, cultos o movimientos religiosos son básicamente entidades egotistas colectivas identificadas tan rígidamente con sus posiciones mentales como los seguidores de cualquier ideología política cerrada ante cualquier otra interpretación diferente de la realidad.

Pero el egoísmo está destinado a disolverse, y todas sus estructuras, ya sea de las religiones o de otras instituciones, corporaciones o gobiernos, se desintegrarán desde adentro, por afianzadas que parezcan. Las estructuras más rígidas, las más refractarias al cambio, serán las primeras en caer. Son muchas otras las sorpresas que nos esperan.


Tener la razón, fabricar el error

Cuando nos quejamos, encontramos faltas en los demás y reaccionamos, el ego fortalece la noción de los linderos y la separación de la cual depende su existencia. Pero también se fortalece de otra manera al sentirse superior. Quizás no sea fácil reconocer que nos sentimos superiores cuando nos quejamos, por ejemplo, de una congestión de tráfico, de los políticos, de la "codicia de los ricos" o de "los desempleados perezosos", o de los colegas o del ex esposo o la ex esposa. La razón es la siguiente. Cuando nos quejamos, la noción implícita es que tenemos la razón mientras que la persona o la situación motivo de la queja o de la reacción está en el error.

No hay nada que fortalezca más al egoísmo que tener la razón. Tener la razón es identificarse con una posición mental, un punto de vista, una opinión, un juicio o una historia. Claro está que para tener la razón es necesario que alguien más esté en el error, de tal manera que al egoísmo le encanta fabricar errores para tener razón. En otras palabras, necesitamos que otros estén equivocados a fin de sentir fortalecido nuestro ser. Las quejas y la reactividad, para las cuales "esto no tendría por qué estar sucediendo", pueden dar lugar al error no solamente en otras personas sino también en las situaciones. Cuando tenemos la razón y nos ubicamos en una posición imaginada de superioridad moral con respecto a la persona o la situación a la cual juzgamos y a la cual encontramos en falta, esa sensación de superioridad es la que el egoísmo ansía y la que le sirve para engrandecerse.


En defensa de una ilusión

No hay duda de que los hechos existen. Cuando decimos que la luz viaja más rápido que el sonido y otra persona afirma lo contrario, es obvio que tenemos la razón y que la otra persona está en el error. La simple observación de que el rayo cae antes de oírse el trueno permitiría comprobar ese hecho. Entonces, no solamente tenemos la razón, sino que sabemos a ciencia cierta que es así. ¿Hay egoísmo en esto? Es posible, pero no necesariamente. Si simplemente afirmamos lo que conocemos como cierto, el egoísmo no participa porque no hay identificación. Sin embargo, esa identificación puede colarse fácilmente. Si nos oímos decir cosas como, "Créame, yo sé" o "¿Por qué nunca me creen?", es porque el egoísmo ha entrado a participar. Se oculta detrás de la sílaba "me". Una frase tan sencilla como que la luz viaja más rápido que el sonido, aunque es cierta, termina al servicio de la ilusión, del egoísmo. Se ha contaminado con el falso sentido del "yo"; se ha personalizado y se ha convertido en una posición mental. El "yo" se siente disminuido u ofendido porque alguien no cree en lo que dijo.

El egoismo se toma todo a pecho y hace que se desaten las emociones, se pone a la defensiva y hasta puede incurrir en agresiones. ¿Estamos defendiendo la verdad? No, porque la verdad no necesita defensa. Ni a la luz ni al sonido les interesa lo que nosotros u otras personas piensen. Nos defendemos a nosotros mismos o más bien defendemos la ilusión de lo que creemos ser. Sería más exacto decir que la ilusión se defiende a sí misma. Si hasta el ámbito simple y escueto de los hechos se presta a la distorsión egotista y a la ilusión, qué decir del ámbito menos tangible de las opiniones, los puntos de vista, y los juicios, los cuales son formas de pensamiento que pueden apropiarse fácilmente del sentido del "yo".

El egoismo siempre confunde las opiniones y los puntos de vista con los hechos. Además, no comprende la diferencia entre un suceso y su reacción frente a dicho suceso. El egoísmo es un maestro de la percepción selectiva y la interpretación distorsionada. Es solamente a través de la conciencia, no del pensamiento, que se puede diferenciar entre los hechos y las opiniones. Es solamente a través de la conciencia que podemos llegar a ver: "esta es la situación y aquí está la ira que siento", para después darnos cuenta de que hay otras formas de ver la situación, otras formas de abordarla y de manejarla. Es solamente a través de la conciencia que podemos ver la totalidad de la situación o de la persona en lugar de adoptar un punto de vista estrecho.


La verdad: ¿relativa o absoluta?

Más allá del ámbito de los hechos simples y verificables, la certeza de que "yo tengo la razón y los demás están equivocados" es conflictiva en las relaciones personales y también en las relaciones entre las naciones, las tribus, las religiones y demás.

Pero si la idea de que "yo tengo la razón y los demás están equivocados" es uno de los medios por los que se fortalece el egoísmo  si considerar que tenemos la razón atribuyendo a otros el error es una disfunción mental que perpetúa la separación y el conflicto entre los seres humanos, ¿quiere decir entonces que no se puede hablar de creencias, comportamientos o actos buenos y malos? ¿Y no sería ése el relativismo moral al cual algunas enseñanzas cristianas consideran el gran mal de nuestro tiempo?

Claro está que la historia del cristianismo es un ejemplo de cómo la idea de ser los únicos poseedores de la verdad, es decir, los únicos en tener la razón, puede corromper los actos y el comportamiento hasta el punto de la locura. Durante siglos se pensó que estaba bien torturar y quemar vivas a las personas cuyas opiniones se apartaban aunque fuera ligeramente de la doctrina de la Iglesia o de las interpretaciones miopes de las Escrituras ("la verdad") porque las víctimas estaban en "el error". Era tan grande su error que debían perecer. La verdad adquiría preeminencia sobre la vida humana. ¿Y cuál era esa verdad? Una historia en la cual había que creer.

Todas las religiones se las puede utilizar al servicio del egoismo o al servicio de la unidad, la armonia y el equilibrio. Si creemos que solamente la nuestra es la religión verdadera, la estamos usando a favor del egoismo. Utilizada de esa manera, la religión se convierte en una ideología, crea un sentido ilusorio de superioridad y siembra la división y la discordia entre la gente.


El egoísmo no es personal

A nivel colectivo, la idea de que "Tenemos la razón y los otros están equivocados" está arraigada profundamente en particular en aquellas zonas del mundo donde el conflicto entre las naciones, las razas, las tribus, las religiones o las ideologías viene desde tiempo atrás, es extremo y endémico. Las dos partes del conflicto están igualmente identificadas con su propio punto de vista, su propio "relato", es decir, identificadas con el pensamiento. Ambas son igualmente incapaces de ver que puede haber otro punto de vista, otra historia de igual validez. El autor israelita Y. Halevi, habla de la posibilidad de "acomodar una narrativa en competencia" pero en muchas partes del mundo la gente todavía no puede ni quiere hacerlo. Ambas partes se creen poseedoras de la verdad. Las dos se consideran víctimas y ven en la "otra" la encarnación del mal. Y como han conceptualizado y deshumanizado a la otra parte al considerarla enemiga, pueden matar e infligir toda clase de violencia recíproca, hasta en contra de los niños, sin sentir su humanidad y su sufrimiento. Quedan atrapadas en una espiral demente de acción y reacción, castigo y retaliación.

Es obvio entonces que el egoismo, en su aspecto colectivo del "nosotros" contra "ellos" es todavía más demente que el "yo", el egoismo individual, si bien el mecanismo es el mismo. La mayor parte de la violencia que los seres humanos nos hemos infligido a nosotros mismos no ha sido producto de los delincuentes ni de los locos, sino de los ciudadanos normales y respetables que están al servicio del egoismo colectivo. Podemos llegar incluso a decir que, en este planeta, "normal" es sinónimo de demente. ¿Cuál es la raíz de esa locura? La identificación total con el pensamiento emocional, es decir, con el egoísmo.

La codicia, el egoísmo, la explotación, la crueldad y la violencia continúan reinando en este planeta. Cuando no los reconocemos como manifestaciones individuales y colectivas de una disfunción de base o de una enfermedad mental, caemos en el error de personalizarlos. Construimos una identidad conceptual para un individuo o un grupo y decimos: "Así es como es. Así es como son". Cuando confundimos el egoísmo que percibimos en otros con su identidad, es porque nuestro propio egoísmo utiliza esta percepción errada para fortalecerse considerando que tiene la razón y, por ende, es superior, y reaccionando con indignación, condenación o hasta ira contra el supuesto enemigo. Todo esto hace que el egoísmo se intensifique. Refuerza la sensación de separación entre nosotros y los demás, cuya "diferencia" se amplifica hasta tal punto que ya no es posible sentir la humanidad común ni la fuente común de la que emana la Vida que compartimos con todos los seres, nuestra divinidad común.

Los patrones egoístas de los demás contra los cuales reaccionamos con mayor intensidad y los cuales confundimos con su identidad, tienden a ser los mismos patrones nuestros pero que somos incapaces de detectar o develar en nosotros. En ese sentido, es mucho lo que podemos aprender de nuestros enemigos. ¿Qué es lo que hay en ellos que más nos molesta y nos enoja? ¿Su egoísmo? ¿Su codicia? ¿Su necesidad de tener el poder y el control? ¿Su deshonestidad, su propensión a la violencia, o cualquier otra cosa? Todo aquello que resentimos y rechazamos en otra persona está también en nosotros. Pero no es más que una forma de egoísmo y, como tal, es completamente impersonal. No tiene nada que ver con la otra persona ni tampoco con lo que somos. Es solamente si lo confundimos con lo que somos que su observación puede amenazar nuestro sentido del Ser.


La guerra es una forma de pensar

En ciertos casos quizás sea necesario protegerse o proteger a alguien más del ataque de otra persona, pero es preciso tener cuidado de que nuestra defensa no se convierta precisamente en la ignorancia que nos ataca, sino que sea la acción (o no acción  necesaria para neutralizar el daño si es posible sin dañar al atacante sino haciéndole entender que si persiste en sus intentos se tomaran acciones mas drásticas para hacerle entender el accionar correcto. La lucha contra la inconsciencia puede llevar a la inconsciencia misma...




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